Como no tenía ganas de grandes ciudades decidí pasar de Trujillo y dirigirme a la cercana Huanchaco antes de fin de año, por lo que me dejé caer por la costa con la triple intención de visitar el Complejo Arqueológico de Chan Chan, comer buen ceviche y pegarme mi primer baño en el Océano Pacífico, ya que el verano empezaba por estas fechas. Sólo lo último me quedó por hacer debido a las rocas que poblaban la orilla. Y es que el agua, además de estar bien fresquita estaba turbia, lo que hacía imposible localizar los peñascos.
Que hacer en Huanchaco
En cuanto al «buen yantar», os puedo asegurar que en el interior de Huanchaco, en la zona antigua de los pescadores, se come divinamente. En una terraza de esa zona probé una noche el mejor ceviche imaginable. Era mixto, y venía presidido por un cangrejo gigantesco al que casi daba miedo hincarle el diente! Pagué, si mal no recuerdo, unos 20 nuevos soles (1$=3NS) y no fuí capaz de terminarlo.
Como bien sabemos, la gastronomía de Perú está justamente considerada como una de las mejores del mundo. Y es que aparte de que comer es muy barato, a la inmensa variedad de productos que ofrece este gran país (sierra, costa, selva, prados…) se unen las diversas tradiciones culinarias de las culturas que han ido conformando la propia identidad peruana (indígenas, española, japonesa, china, árabe…), lo cual genera una cocina única, emblema del país en todo el mundo. Este know-how gastronómico peruano se extiende desde los menús de los restaurantes más populares hasta los sitios más elegantes, como bien pude comprobar en Arequipa.
Huanchaco es una población turística costera, un templo del surf y un recurrente destino vacacional para las familias peruanas. Lo más llamativo que pude observar en Huanchaco son los «caballitos de totora«, barcas tradicionales hechas de esta planta, que usaban, y usan, los pescadores para faenar. Y ésta es precisamente la imagen que a día de hoy conservo de Huanchaco; un bote de totora acercándose a la orilla por la mañana temprano, con la playa prácticamente desierta.
Visita a Chan Chan (Perú)
En cuanto a Chan Chan, tienes que comprar forzosamente un boleto, válido por dos días, que comprende la visita al Palacio Central de Tschudi y a dos huacas, Dragón y Esmeralda, que se encuentran alejadas del yacimiento en distintos puntos de Trujillo. Sólo visité el Palacio de Tschudi, principal y más mimada atracción de Chan Chan, ya que estuve poco más de un día por allí y además la Huaca Esmeralda se encontraba cerrada por ser lunes.
Una combi me dejó en la carretera Panamericana y desde allí bajé paseando por una avenida de tierra hasta acceder al Palacio Central. Me sorprendió la inmensidad del yacimiento, pues a ambos lados de la avenida, y aún muy alejadas de la misma, se seguían observando estructuras semiderruidas de adobe construídas por los chimúes.
El culpable de este deterioro es el Fenómeno El Niño, cuyas fuertes lluvias son el enemigo número 1 de estas construcciones de barro. Sin duda que fue una gran ciudad de categoría, formada a su vez por nueve ciudadelas. Decidí no contratar un guía, un poco harto ya de los continuos abusos a los que someten al turista y de lo poco que éstos me habían aportado hasta ahora. Aunque ello me hizo quedarme con ganas de mucha información, la visita mereció la pena ya que casi no había visitantes y el paseo por ese inmenso universo ocre de corredores y plazas resultaba sobrecogedor bajo el sol de la mañana.
Antes comenté que no pude visitar la Huaca Esmeralda y me gustaría señalar una anécdota al respecto. Cuando me dirigía en una combi a este monumento desde Huanchaco, una señora peruana que venía conmigo me insistió varias veces, y me pidió por favor, que no me adentrase en el barrio en el cual estaba la huaca y que saliese de allí lo antes posible. Ante esa insistencia, uno se pone, por lo menos, alerta. El barrio me pareció popular, recordándome incluso a alguno familiar de Almería, pareciéndome el único detalle inquietante las rejas que había en las pequeñas tiendas, delante de los mostradores.
En cualquier caso si tienes pinta de «gringo» y llevas una mochila naranja a la espalda no sueles pasar desapercibido en ningún escenario, por lo que tras comprobar que la huaca estaba cerrada me dirigí hacia la carretera, donde cogí un taxi que me llevó a una terminal de buses en Trujillo, a la búsqueda de mi siguiente destino, un destino de gran altura: Huaraz, en la Cordillera Blanca.
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