Chachapoyas fue mi primer destino en el Perú, un país que siempre quise visitar pues me parecía, junto a Siria, el destino más fascinante de todos por su rico patrimonio natural y cultural. Lamentablemente el país árabe, una referencia en la Historia de la Humanidad, lleva unos años padeciendo una terrible guerra (si es que hay alguna que no lo sea), por lo que su visita no es muy aconsejable de momento. Además mi actual presencia en el Ecuador y mi situación, en espera de conseguir trabajo y deseoso por explorar todo, hacían propicia mi aventura peruana. Era por tanto una cuestión de «ahora o nunca».
Entrada al Perú por la costa norte
Sin embargo los senderos a seguir no siempre son los que el viajero desearía, tal como pude comprobar al entrar al país desde Ecuador, de madrugada y cruzando a pie un puente entre aullidos de perros famélicos y casetas prefabricadas habitadas por agentes peruanos con pinta de sicarios corleoneses que te hacen perder más de una hora en los trámites de rigor. Cruzamos por el paso de Macará y veníamos desde Loja, la mayor ciudad del sur del Ecuador.
Por la mañana la cosa no mejoró cuando te descubres recorriendo un desierto llano azotado por el sol y el viento, donde la arena es ley y las plantas vuelan tratando de huir de semejante alacranera. Todo esto se materializa en Piura. Allí también te enteras que hay que estar siempre alerta ante todo y con todos, especialmente a la hora de cambiar dinero. Mi consejo respecto a esto es no confiar en los cambistas callejeros por más que lleven acreditación oficial y el chaleco verde que les identifica como tales. Si hay que cambiar divisas mejor acudir a una casa de cambio.
Desde allí, cansado y hambriento, tardé tres horas en llegar a Chiclayo, mi siguiente destino, el cual me pareció mucho más amable que Piura a pesar de que allí perdí todo un día en comprar y activar una tarjeta sim para el móvil y conseguir un billete para Chachapoyas, ya que por aquí no existen las estaciones de buses, sino que cada compañía tiene su propia terminal y en esas fechas, en plena efervescencia navideña, no aceptaban reservas telefónicas ni online. En fin, que me fui de allí sin haberme comido el pavo con el colega que pensaba visitar, el Señor de Sipán.
Viaje memorable hasta Chachapoyas
Al día siguiente el destino empezó a resarcirme de la mala impresión de mi primer día peruano y en un fantástico viaje de 10 horas, llegamos a Chachapoyas tras pasar de la cercanía de la costa al desierto más inhóspito, y a los arrozales verdísimos de la cuenca alta del Río Marañón, uno de los principales afluentes del gran Río Amazonas . A pesar de las 10 horas solo dormí un par de ellas, tan embobado iba viendo los cerros que me recordaban a los áridos paisajes de Almería, o a los lugareños plantando arroz en escenas que parecían más propias del sureste asiático.
Al llegar a Bagua el autobús paró un rato y un calor sofocante se apoderó de todo, mientras al poco rato de iniciar la marcha se hizo de noche, aunque antes tuve tiempo de admirar las profundas gargantas que forma el Río Utcubamba.
Rosita y sus dos hijos también contribuyeron a que el tramo final del viaje se me hiciese más llevadero. Iban a pasar las navidades con su familia a Rodríguez de Mendoza después de tres años sin verse y entablamos conversación cuando Jennifer, su hija, me ofreció probar una de las limas que yo previamente le había comprado a ella a una vendedora de fruta a través de la ventanilla del bus.
Ellos residían en Lima y Rosita, en unas circunstancias díficiles, había sido capaz de sacarlos adelante y procurarles una educación regentando un puesto de dulces en la calle. Bravo, bravísimo por esa luchadora!! Esa también fue la primera vez que un peruan@ me invitó a conocer su casa, y aunque no tuve ocasión para ello, aún conservo el teléfono de Jennifer por lo que no lo descarto en un futuro.
Kuélap, joya de la Cultura Chachapoyas
Y al fin Chachapoyas, mi primer gran destino en mi periplo peruano. Tranquila y acogedora ciudad provinciana, capital del Departamento de Amazonas, donde pasé la nochebuena y que posee los alrededores más inexplorados y sorprendentemente bellos de todo el país. Fuí allí por conocer algo de la antigua Cultura Chachapoyas, sobre todo la Ciudadela de Kuélap, una de las grandes desconocidas del patrimonio arqueológico americano, y de rebote y sin haberlo planeado me llevé la visita a una de las cataratas de mayor longitud del mundo, Gocta.
Kuélap se encuentra a 3.000m. de altura en la cresta de la sierra y se llega por caminos barranqueros salvando desniveles de más de 1.200m. durante unas 2 horas de combi (furgoneta) desde Chachapoyas ; definitivamente no es viaje para los que sufran de vértigo. La Fortaleza de Kuélap es sencillamente espectacular y no pude evitar acordarme de las alcazabas islámicas o de los oppida ibéricos del sureste de la Península Ibérica. Cuenta con imponente muralla, estrechísimos y singulares accesos, casas, silos, enterramientos y un singular edificio troncocónico invertido interpretado como un posible templo, estando todos estos elementos construídos en piedra magníficamente labrada. Se cree que los Chachapoyas empezaron a construirla hace unos 1.000 años.
Catarata de Gocta: un prodigio de la naturaleza
Mientras en la catarata Gocta te puedes bañar en la laguna y para llegar debes recorres un sendero tan bonito como duro por un bosque subtropical (distinto a la selva inundada del Cuyabeno o el Yasuní) durante un total de algo más de 4 horas. En realidad la catarata Gocta se compone de dos saltos, de menor longitud el superior, el cual descansa sobre un saliente o cornisa que forma el precipicio, de donde a su vez arranca el segundo salto. La longitud total de los dos suma 771m.
Curiosamente en uno de los sitios menos turísticos del Perú fue donde conocí al mayor número de españoles de mi viaje, concretamente a dos parejas: unos residentes en Lima y otros dando la vuelta al mundo. A la vuelta de la ruta y antes de llegar al restaurante donde almorzábamos nos tomamos un jugo de caña bien dulce que aún me sabe a gloria!
Tanto el Conjunto arqueológico de Kuélap como la Catarata de Gocta son prácticamente vírgenes, como toda la zona, y se mantendrán así mientras no se construya el aeropuerto de Chachapoyas ni el teleférico a Kuélap. Valga como prueba este dato respecto al salto de agua: fue en 2006 (hace 4 días como aquel que dice) cuando se midió y se documentó por vez primera, lo que da una idea de lo inaccesible y remoto del lugar.
Cualquiera de estos dos fantásticos destinos justifica sobradamente la visita a Chachapoyas. Yo pasé dos noches pero me quedé con ganas de más, sobre todo de haber conocido los Sarcófagos de Carajía, fardos mortuorios encaramados en covachas al borde de un precipicio y cuyas caras son similares a los moáis de la Isla de Pascua. Pero bueno, habrá que dejar algo para la próxima vez, ya que por el momento tocaba pensar en mi siguiente destino peruano: Cajamarca.
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